Red Gold

martes, 3 de abril de 2012

~Prólogo~

En una época en la que la mayoría del continente pasaba por duras situaciones de crisis, aparezco yo en una casa casi enterrada por la nieve y con ropajes llenos de sangre. Estaba oscuro y aunque mi expresión no podía ser vista por nadie intuía que estaba seria y con mirada oscura profunda. A mis pies yacían los cuerpos sin vida de cuantas personas vivían allí. Salí de la casa y, traspasando la tormenta de nieve, entré en una mansión situada a veinte metros, cercada por altas vallas negras. La puerta chirriaba y se encontraba abierta, fácilmente pude acceder al edificio. Era de noche y había poca luz. Corriendo y jadeando por el cansancio me recorrí todo pasillo, pero la situación era la misma. No encontré a nadie, era desesperante. Lo peor de todo era que no recordaba nada…

Bajé las escaleras y empecé a buscar algún medio de comunicación con el exterior intentando dejar atrás la fatal escena. Sobre una de las mesillas pude encontrar un teléfono y, disponiéndome a llamar encontré que las vías estaban cortadas. Un ruido me alertó de que algo pasaba y sin casi darme cuenta acabé dándome un golpe contra el suelo. Las luces se apagaron y por unos segundos perdí la consciencia. Al abrir los ojos un fuerte dolor me azotaba la cabeza y me dejaba el cuerpo tocado. Alguien estaba presionándome contra el suelo impidiéndome moverme. Intenté forcejear pero parecía imposible. Golpeándole el cuerpo, intentaba tirarlo para atrás y quitármelo de encima. Escuché como si algo cayera de sus ropajes al suelo y poco después la persona salió despedida por los aires con brutal fuerza. Aprovechando el lapsus, poco a poco me levanté. Sangre brotaba de mi cabeza ahora con una herida considerable y manchaba mi cuerpo cubriendo lentamente la otra sangre que ya llevaba encima. Cogí el objeto caído y lo guardé, me cabía en la palma de la mano, e intenté a marchas lentas salir de la mansión. En el exterior hacía más frío y había un poco más de luz.

Una vez fuera di varios pasos, uno tras otro y de manera lenta, para no perder el equilibrio. Con mi mano derecha presionaba la herida de la cabeza mientras que con la izquierda buscaba algún farol que estuviera en los establos. Los caballos habían desaparecido y los objetos se encontraban tirados por el suelo. Palpando con la mano acabé encontrando el farol esperado y pasé a encenderlo con unos fósforos que había en la mesa. Fue encenderlo y encontrar a una persona cubierta por una capa de color claro, apenas pude verle los ojos antes de que me propinara un golpe que me dejara inconsciente…


Años más tarde aparecí en una posada. No tenía apenas recuerdos y las gentes me miraban con expresiones de desagrado y miedo. Sólo tres de ellas se me acercaban, obviamente sólo los médicos y propietarios podían acceder a la habitación. Me había recuperado del todo, las heridas eran inexistentes. Me levanté y empecé a hacer vida normal. Los dueños de la posada me mantuvieron durante unos días, fue entonces cuando recibí una carta sellada capaz de cambiar mi mundo por completo. Con unos pocos objetos base y unas monedas cedidas, comencé mi camino.

Mi nombre es Alire Damar, o eso creo recordar. Mi pasado se perdió en aquella noche junto con mi memoria de aquel día. ¿Qué por qué he sido capaz de decíroslo? Muy sencillo, os lo contaré todo…