Red Gold

domingo, 3 de marzo de 2013

~Capítulo XI - Leyenda~

Una brisa cálida entraba por el balcón que ahora se encontraba abierto. No había rastro de Sylph en la habitación, probablemente se encontraría dando clases. Me levanté de la cama, era temprano. La cara de Nico me persiguió durante toda la noche, era desconcertante, ¿cuánto habría visto? O mejor dicho… ¿cuánto de todo esto sabría? No quería pensar cosas precipitadas pero sabiendo lo que sé y lo que pasó el viernes… Nico fácilmente nos habría vendido, a fin de cuentas se trataba del perro del Director.

Me quité el uniforme escolar, últimamente lo había estado usando para dormir, era una cómoda y mala práctica. Busqué de entre mis ropas unos vaqueros algo gruesos, perfectos para el invierno, y muy ligeros aunque no lo pareciesen. Pese a que mi cuerpo estaba muy cansado y dolorido, las pocas heridas que me quedaban estaban sanando rápidamente, era algo raro aunque tampoco es que yo pudiera recordar viejas heridas para poder comparar su curación con las de ahora.

Salí al exterior sin desayunar, la hora de la comida se acercaba y eran pocos los alumnos que se visionaban. Todos descansados, apostaría a que si llegasen a verme vagando tranquilamente entre ellos acabaría siendo la historia igual que la última vez. Me llegó a llamar la atención el hecho de que tal como llegó la tormenta, se fue… Todos reflejaban tranquilidad. No se por qué pero…  sólo espero que estas escenas no se repitan nunca más.

Estaba dudosa sobre qué hacer, todo se había dado la vuelta. Personas que tenía yo por malas resultaban ser buenas, como Claire, y personas que creía yo amigables… me guardaban sorpresas no muy agradables. La cara que vislumbré ayer en Nico me tenía aún alterada. Nico… con un temperamento de doble filo, o por lo menos similar.

-Tú…

Una voz seca rompió mis pensamientos y otro escalofrío me recorrió el cuerpo. Él me agarró del brazo con su mano, ahora gélida, y haciendo fuerza me arrastró a empujones hacia la espesura del bosque. No sabía cómo ni desde dónde pero me había encontrado.

-¡Suéltame!

Los alumnos que hasta hace poco tenía enfrente se empezaban a quedar a lo lejos. Aunque forcejeaba, mi cuerpo seguía exhausto y no conseguía liberarme. De repente vi algo familiar… ¡las ruinas! Nada más llegar, Nico me empujó con fuerza contra el suelo. El golpe que me llevé era bastante pronunciado.

-¿Por qué a ti? Tan sólo llevas unos días y ya tienes la atención de todos.

Estaba alterado, poco a poco intentaba volver a la tranquilidad. Tardé algo en levantarme, intentaba encajar el golpe antes de ponerme en pie para tener que encajar la nueva situación.

-¿Pero qué estás diciendo? ¿Crees que me lo he buscado yo todo?

-No... Pero por algún motivo tienes esa marca en el cuello. ¿Sabes lo qué significa? Este Colegio se te va a quedar muy grande.

-¿Cómo? No te entiendo.

-Entrénate bien Alire. No quisiera que me tomaras como enemigo, pero aun no termino de comprender qué Caja de Pandora has abierto. Seré el perro del Director, pero mi hocico me mueve a donde me conviene...

Tras un minuto de silencio, Nico ya se encontraba calmado completamente. Sacudió la cabeza para después exalar un profundo suspiro. Ignorándome, comenzó a dar amplios pasos en dirección al Colegio.

-Te voy a dar un consejo, "tómate las clases en serio".

-¿Cómo?

No llegó a responderme, finalmente lo perdí de vista. No entendí eso de las clases, ¿realmente él piensa que podré aguantar muchas si siguen las cosas como están?

Volví corriendo al cuarto y cogí una pequeña parte de las reservas de comida que tenía. Decidí coger el puñal que me dio Sylph y seguir entrenando cerca de las ruinas a fondo. Nadie me vio. Con el puñal en mano, comencé a repetir los movimientos del día anterior. Sorprendentemente me salían casi automáticos, los había asimilado demasiado rápido. Lo próximo sería practicar movimientos más elaborados aunque aun no sabía cuáles. Bien, saqué el reloj y miré la hora. El hambre ya azotaba, la hora de comer se había pasado hacía bastante rato. Preferí seguir intentando entrenar poniéndome a dar vueltas a cada una de las ruinas corriendo, saltando, según me encontraba con ellas. Mi cuerpo se sentía pesado pero debía acostumbrarme a él, pensar en estar en el Colegio sin ningún rasguño me era casi imposible. Pasaron varias decenas de minutos, mi cuerpo comenzaba a jadear así que paré en seco. Me tumbé en el cesped, estaba bastante fresco, y tras descansar mínimamente me senté en una de las ruinas. Quizá debí de haber cogido algo más de comida, la devoré en apenas unos minutos y el hambre aun persistía. El sonido de unos pasos me alertó de tal forma que acabé girándome rápidamente.

-Hola. Así que estabas aquí.

-Ah, eres tú... Sylph.

Mi tono era serio. Hasta ahora la única pieza que no encajaba en este extraño puzzle era ella. No es vampira, y tampoco se encaja como humana. Sabe cosas que ni la gente normal ni los no normales sabrían y, sus escapadas no tenían mucha justificación lógica. Antes de entrar a clase me prometió un premio, si dicho premio se trata de información, quizá me interese mantenerla al lado. De momento, la etiqueta que le pongo es de "neutral".

-Ayer no tuve tiempo de preguntarte pero... sigo viva. Creo recordar que si me mantenía así obtendría algo.

-Estás en lo cierto pero, aún no ha llegado lo que espero. Demos una vuelta, te contaré un poco mientras.

Tragué saliva. Son varias las personas que han dejado la puerta abierta al "lo sabrás en su tiempo", ¿se referirá Sylph a eso? Ella comenzó a andar a paso lento, rápidamente la igualé poniéndome al lado.

-Pocos de los especiales conocen lo que te voy a contar... Espero que te gusten las leyendas, vas a ser parte de una.

-¿Cómo?

-Calla y escucha... Conoces que existen los vampiros pero desconoces que haya otras razas similares. Las hay. El potencial de estas razas es mayor al de un humano corriente y, todas se aprovechan de los humanos. Viven por ellos, no para ellos. Un sólo vampiro podría en un suspiro deshacerse de más de 10 cazadores... ¿Por qué no lo hacen?

-Mmm... ¿Por que los necesitan?

-En parte, no necesariamente. La población esta plagada de humanos, si matas a los cazadores eliminas sus ataques y... sigues viviendo placenteramente.

Vaya, era una forma fría de ver las cosas. Lo cierto es que tiene razón, no me había parado a pensar si había más vampiros fuera del Colegio, o si existían más personas... así. La gárgola de la catedral podría ser un ejemplo. Como sea, ¿en qué parte aparezco yo en todo esto? Creo que... podría darme miedo saber la respuesta. Tengo amnesia, no recuerdo nada, aparecí herida grave en una posada. ¿Y si tenía algo que ver con esto? El sólo hecho de plantearlo como posibilidad me obligaría a quedarme en el Colegio.

-¿Y yo qué pinto en todo esto?

-Tú... escucha. Cada cierto tiempo aparece en el mundo un objeto que otorga a uno de los humanos la capacidad de adquirir el potencial de una de estas razas. Agudeza visual, velocidad, fuerza... No es algo que se obtenga esporádicamente, si no con el tiempo.

-Espera un momento... ¿Qué me estás queriendo decir?

-Cada vez que un objeto de estos aparece en el mundo nosotros nos enteramos y... ahora mismo sé que lo portas tú.

En pocos segundos empalidecí. Tiene que ser un error. Yo apenas llevo objetos encima, lo justo tengo un poco de dinero que me cedieron.

-Mete la mano en el bolsillo.

Le hice caso. Lentamente introducí las manos en los bolsillos hasta chocar con lo que llevaba en ellos. Monedas, llave, reloj... Poco más.

-¿Aún dudas?

Se acercó. Hechó una ojeada por fuera a mis bolsillos y metiendo la mano en uno de ellos terminó por sacar... el reloj. Abrió la tapa y observó cómo se movían las manecillas. No se si sería el reloj o mi propio corazón latiendo pero escuchaba un TIC-TAC nervioso mientras veía a Sylph con el reloj en mano. No podía ser. No me lo quería creer. La historia se repetía...

-...

Una andanada de aire fresco golpeó suavemente la escena. El silencio no hacía más que agregar tensión, o por lo menos para mí. No sabía qué hacer, qué decir. Sylph cerró la tapa del reloj e hizo un gesto para devolvérmelo. Lo cogí dubitativa y lo volví a guardar cuidadosamente.

-Prepárate para ir a clase. Esta vez no debería de pasar nada. Nos vemos en las ruinas cuando termines.

Asentí con la cabeza, tras lo cual tragué saliva. Y empecé a caminar.

-Ah, no menciones a Claire nuestra conversación...

Sylph comenzó a caminar hacia las ruinas, y yo hacía lo mismo hacia los dormitorios. Estaba empezando a anochecer, el Sol se estaba ocultando.

Al llegar, cogí el maletín con varios folios en blanco y, tumbada en la cama mirando el techo y pensando, esperé a que llegara el momento de ir. Tenía que volver a asimilar muchísima información, la sensación ya no me era nueva pero me dejaba un poco atontada. Los pocos recuerdos que tenía del mundo no abarcaban a ningún vampiro ni ninguna gárgola de piedra viviente. En ellos sólo había personas normales viviendo, trabajando, hablando. Poco a poco empecé a darme cuenta de la doble realidad. La posada llena de espejos luminosos, los fieles rezando en la iglesia... El mundo estará lleno de gente como dice Sylph pero, ¿cuántas de esas personas son genuinas? ¿Cuántas viven felizmente sin miedo a los ataques? Aún debía aprender más de todo, empezando por lo básico. Jaja, parece muy irónico pero me va a venir bien ir a clases. Antes de hacer nada, debo aprender.

-Toc, toc.

De repente, una voz simulaba los golpes de la puerta a la vez que le daba ligeros golpes. Di un pequeño salto del susto hasta que por fin me percaté de quién era. Abrió la puerta y se quedó esperando en el marco.

-Ah, Claire... casi me matas del susto.

Se le escapó una pequeña risilla.

-¿Qué, nos vamos?